El neoliberalismo a través de Michel Foucault

Resumen

El presente artículo realiza una investigación sobre el neoliberalismo a través de las obras de Michel Foucault, cuya tesis defiende que los estados neoliberales se fundamentan a partir de la razón mercantilista, la cual ha devenido en la razón de estado de la actualidad. Ésta sólo es posible si la población a la que gobierna está producida de tal manera que sea productora y consumidora de dicha razón, por lo que los dispositivos foucaultianos serán las herramientas necesarias para la subjetivación de los individuos, cuya finalidad es devenir útiles. Las tecnologías neoliberales deben intervenir en la sociedad para que la razón mercantil pueda cumplir su papel regulador, haciendo que los gobiernos tengan como objetivo principal corregir y adaptar los individuos a las necesidades del Mercado. 

Palabras clave: biopolítica, dispositivos, neoliberalismo, razón de estado 

 

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Introducción

Michel Foucault dirigió los cursos en el Collège de France entre los años 1970 a 1984 dedicados plenamente a los principios de la gubernamentalidad y la biopolítica. Los reproches de Foucault a la izquierda por su desmovilización tras el mayo del 68 lo llevaron a hablar sobre el neoliberalismo en los cursos del Collège de France viendo en él elementos de crítica que le permitieron establecer las bases para una gubernamentalidad socialista menos normativa y estatista. Sin embargo, y si bien esta tesis es defendida por algunos pensadores, lo cierto es que la crítica de Foucault al neoliberalismo como una práctica propia del capitalismo abrió grandes abismos de reflexión para unas prácticas políticas de resistencia a la biopolítica desempeñada por el neoliberalismo. Es cierto que el neoliberalismo permite una desgubernamentalización, en el sentido moderno, de las prácticas sociales, pero hace que la razón mercantilista sea la voluntad de poder que domina las prácticas gubernamentales, pero también las sociales e individuales. Por este motivo, hay que entender el neoliberalismo en Foucault como un medio para el pensamiento posibilitador de otros mundos y no como un fin en si mismo. 

La razón de estado neoliberal es una razón mercantilista que convierte el binomio de la soberanía Estado/Mercado defendida por el liberalismo en una soberanía puramente mercantilista. Es por este motivo que, a modo introducción a nuestra reflexión, podemos dar una definición provisional del neoliberalismo y definirlo como un conjunto de prácticas políticas dirigidas a poner los recursos del estado al servicio de los intereses mercantilistas. Estos recursos no se limitan a recursos naturales y empresas públicas, sino que también se hace extensivo a su población: es necesario generar individuos útiles para hacer posible dicha razón de estado. Esta definición provisional nos permite desvelar que las prácticas políticas neoliberales sólo son posibles gracias al paradigma capitalista, pues el capitalismo puede tener diferentes prácticas políticas (liberalismo, keynesianismo, neoliberalismo, etc.). Pero a su vez nos permite entender que el conjunto de prácticas políticas neoliberales constituyen un sistema. De este modo, podemos realizar una segunda definición más concreta sobre el neoliberalismo, a saber, que es un sistema político propio del paradigma capitalista que descapitaliza económicamente al Estado, cuyas prácticas ocasionan el traslado del binomio soberanía popular y mercantil a únicamente soberanía de mercado. 

Establecer una definición sobre el neoliberalismo previo al artículo parece inapropiado, sin embargo el objetivo del artículo no es definir el neoliberalismo, sino hacer una genealogía de las relaciones de poder que lo constituyen y poner en sospecha todo discurso historicista del neoliberalismo a través de las reflexiones de Foucault. Por este motivo, en el presente artículo nos disponemos hacer una investigación sobre el neoliberalismo y su impacto en la razón de estado a través de las reflexiones de Foucault, pasando previamente por los dispositivos foucaultianos y la biopolítica, dos conceptos esenciales para poder entender los mecanismos de subjetivación de los individuos a partir de una razón determinada. 

 

Dispositivos

El principal objetivo filosófico de Foucault es trazar una genealogía de las diferentes maneras en que, en nuestra cultura, los hombres han desarrollado un saber acerca de sí mismos. En los cursos del Collège de France el filósofo de Poitiers observa como la gubernamentalidad es la primera evidencia dentro de los aparatos estatales y visibles, pero a la vez es el último peldaño de toda una concepción ontológica: la gubernamentalidad está sometida, no sólo a las tecnologías disciplinares como condición de posibilidad de la gubernamentalidad, sino también a la comprensión antropológica del ser humano. Las prácticas gubernamentales tienen como objetivo legislar y hacer posibles las tecnologías del yo que posibiliten y aseguren la razón de Estado, en tanto que son los individuos los que ejercen el poder. Así, el poder está diseminado y no centralizado y por ello hay que controlar y determinar las prácticas del yo condicionándolos bajo tecnologías disciplinarias, puesto que sólo así se puede asegurar el ejercicio del poder en una dirección determinada. Para abordar tal tarea es menester penetrar los cuerpos y disciplinarlos para que así sean capaces de llevar a cabo la misma razón de Estado, siendo los dispositivos los mecanismos necesarios para tal tarea. Es por este motivo que los dispositivos son aquello que permite a Foucault penetrar en campo de la relaciones de fuerza y, por lo tanto, en la investigación sobre el poder.  

Para Foucault, las tecnologías del yo son las que permiten a los individuos «efectuar […] cierto número de operaciones sobre su cuerpo y su alma, pensamientos, conducta, o cualquier forma de ser, obteniendo así una transformación de sí mismos con el fin de alcanzar cierto estado de felicidad, pureza, sabiduría o inmortalidad»1. Estas tecnologías son unas prácticas que se realizan mediante una determinada estrategia para alcanzar los fines deseados. Podríamos decir que Foucault entiende por práctica la racionalidad o la regularidad que organiza aquello que los seres humanos hacen, como sistemas de acción que tienen un carácter sistemático y general, cuya capacidad es la de constituir una experiencia o un pensamiento. Entonces, las prácticas son el uso de los dispositivos y, por lo tanto, las que dan la posibilidad de la experiencia de lo posible. De este modo, el dispositivo introduce nuevos elementos al definir una serie de conexiones entre saber y poder, pues establece la dispersión del poder a través de una multiplicidad de elementos y describe la producción de modos de subjetivación a partir de determinadas técnicas. En definitiva, los dispositivos tienen como función hacer ver, hacer hablar a lo visto, así como ocupar un espacio y tener una finalidad: subjetivación (objetivación) de todo individuo expuesto a dicho dispositivo. 

En este sentido, el dispositivo puede ser entendido como el medio ambiente que da cuenta de la relación que se establece entre los seres humanos y los objetos en la sociedad contemporánea, siendo aquello que permite a los individuos convertirse en sujetos determinados, así como ser el nexo de unión entre individuo y mundo: mientras Kant creía que el sujeto empírico de conocimiento y el mundo eran dos cosas separadas, el dispositivo es la condición de posibilidad de la unión entre ambos. De este modo, si la normalización disciplinaria consiste en «plantear ante todo un modelo, un modelo óptimo que se construye en función de determinado resultado, y la operación de normalización disciplinaria pasa por intentar que la gente, los gestos y los actos se ajusten a ese modelo»2, motivo por el cual los dispositivos disciplinarios descomponen, clasifican, establecen secuencias de trabajo, fijan los procedimientos de adiestramiento oportunos y, finalmente, vuelven a clasificar entre adaptados e ineptos, entre normales y anormales. Por otro lado, la especificación de los dispositivos de seguridad será la manera de señalar lo normal y lo anormal a partir de la operación de normalización de los dispositivos consistente en hacer interactuar las diferentes atribuciones de normalidad y procurar que los más desfavorecidos se asimilen a los más favorables. 

Los dispositivos de seguridad modernos no se implantan en el eje de la relación entre el soberano y los súbditos, como defendería Maquiavelo, sino que intentan poner de relieve que la acción tomada por los gobernantes es necesaria y suficiente, erigiendo a la población como el nuevo personaje político. Los dispositivos son esenciales para hacer posible el mercantilismo en la medida en que la población es la condición indispensable del Mercado, en tanto que es la fuerza productiva y de consumo que hay que regular para que el sistema productivo y de consumo sea posible, finalidad última de la razón mercantilista, sólo posible a través de las prácticas políticas del Estado. Para ello es necesario que la población esté adiestrada, repartida, distribuida y fijada de acuerdo a los mecanismos disciplinarios, pues de lo contrario el sistema de producción y consumo no es posible. Ésta es la finalidad de los dispositivos, y si sabemos que el neoliberalismo necesita de sujetos disciplinados para alcanzar la finalidad de la razón de estado, que es el mercantilismo, como un macro engranaje en el que cada individuo forma el cosmos del sistema política neoliberal, podemos preguntarnos ahora cómo ha sido posible la constitución filosófica del neoliberalismo.

Si los dispositivos tienen como finalizar establecer el modo en que el individuo se relaciona con el mundo, siendo los dispositivos la condición de posibilidad de toda experiencia, entonces los dispositivos son las tecnologías indispensables para disciplinar los cuerpos y, por lo tanto, la vida de los individuos. De este modo, la aplicación del conjunto de todos estos dispositivos es la biopolítica, entendida ésta como el conjunto de cálculos y tácticas que intervienen sobre una población mediante la gestión de sus vidas.  

 

Biopolítica

Hasta finales del siglo XVII el ejercicio del poder se aplicaba a los sujetos, hombres y mujeres cuya vida no era reconocida como valor trascendental, en la medida en que para hacer respetar un poder se podía suprimir una vida para dar el ejemplo. Es a partir del momento en que se implementan condiciones de producción diferentes, relacionadas con industrialización progresiva de las manufacturas en el siglo XVII, cuando la mano de obra, y por lo tanto la vida de los individuos y de la población, empieza a modificar su valor. En ese momento, los hombres y las mujeres comienzan a tener un valor distinto porque el cuerpo ya no puede ser eliminado como si no importara, en la medida en que los cuerpos son la fuerza de trabajo que permite la producción. Es lo que Foucault denomina el paso de la soberanía que podía “hacer morir y dejar vivir”, propia de la política absolutista, al “hacer vivir y deja morir”, una seña propia de la biopolítica.

El tema general que constituye las investigaciones de Foucault gira en torno al sujeto y las prácticas de subjetivación, es decir, de los modos en que el sujeto ha sido objeto de saber y de poder, para sí mismo y para los otros. Son las  nociones de gobierno y gubernamentalidad de los cursos en el Collège de France los que nos permiten comprender porqué es el sujeto el tema general de las investigaciones de Foucault, en la medida en que encuentra en las prácticas disciplinarias las condiciones de posibilidad de las ciencias humanas, del mismo modo que la importancia de las nociones de gobierno y gubernamentalidad son una consecuencia de las insuficiencias de los instrumentos teóricos para analizar el poder. Poniendo a prueba lo que denomina la “hipótesis Nietzsche”, entendida ésta como el poder concebido como lucha, Foucault llega a la conclusión de que «el poder, en el fondo, es menos del orden del enfrentamiento entre dos adversarios o del compromiso de uno frente a otro que del orden del gobierno […]. El modo de relación propio del poder no habría que buscarlo, entonces, por el lado de la violencia y de la lucha ni por el lado del contrato o del nexo voluntario (que, a lo sumo, sólo pueden instrumentos), sino por el lado de este modo de acción singular, ni guerrero ni jurídico, que es el gobierno»3. Así, podemos afirmar que el cuadro general de las investigaciones de Foucault han sido las prácticas de gubernamentalidad que han constituido la subjetividad occidental, situando las nociones de gobierno y de gubernamentalidad en el centro de la obra de Foucault, la cuales girarían sobre dos ejes: el gobierno como relación entre sujetos y el gobierno como relación consigo mismo. Por lo que hace al primer sentido, podríamos afirmar que el gobierno es un conjunto de acciones sobre acciones posibles y que, por lo tanto, trabaja sobre un campo de posibilidad en el que viene a inscribirse el comportamiento de los sujetos que actúan. De este modo, el gobierno incitaría, induciría, desviaría, facilitaría o dificultaría, extendería o limitaría, haría más o menos probable, obligaría o impediría absolutamente, aunque siempre sería una manera de actuar sobre uno o varios sujetos actuantes, es decir, una acción sobre acciones. En definitiva, se trata de una gubernamentalidad que tiene por objeto la conducción de un individuo o de un grupo de individuos, donde gobernar consiste en conducir conductas. No obstante, también habría un segundo sentido, que consistiría en el gobierno como relación que uno puede establecer consigo mismo, tesis que defenderá en Historia de la sexualidad.

Si nos centramos en el primer sentido de la gubernamentalidad, vemos que Foucault utiliza dicho término para referirse al objeto de estudio de las maneras de gobernar, habiendo, igualmente, dos ideas de gubernamentalidad. Por un lado las que podemos definir como el conjunto constituido por las instituciones, los procedimientos, análisis y reflexiones, cálculos y tácticas que permiten ejercer esta forma de ejercicio del poder que tiene por objetivo principal la población, por forma mayor la economía política, y por instrumento técnico esencial los dispositivos de seguridad, siendo los dispositivos sobre los sujetos redes que relacionan los saberes y hacen un juego de fuerzas o estrategias de relaciones de saber que permitieron todo un desarrollo de saberes, actuando como condiciones de posibilidad de los cálculos de la población. Por lo tanto, el estudio de las formas de gubernamentalidad implicaría el análisis de formas de racionalidad, de procedimientos técnicos, de formas de instrumentalización, en definitiva, de las tecnologías que harían posible y efectiva dicha racionalidad y, por ende, dicha gubernamentalidad política. En el segundo sentido, veríamos que Foucault llama a la gubernamentalidad también como «el encuentro entre las técnicas de dominación ejercidas sobre los otros y las técnicas de sí»4, donde la relación del sujeto consigo mismo no puede dejarse de lado. Tanto en una como en la otra subyace una racionalidad como condición de posibilidad de la gubernamentalidad. 

En los cursos sobre el Nacimiento de la biopolítica, Foucault sostiene que el mercantilismo, y por extensión el neoliberalismo, ha sido la primera forma de racionalización del ejercicio del poder como práctica de gubernamentalidad. El filósofo de Poitiers considera que el mercantilismo es la primera forma de un saber constituido para ser utilizado como táctica de gobierno en la que se da «un triángulo soberanía-disciplina-gestión gubernamental cuyo objetivo principal es la población y cuyos mecanismos esenciales son los dispositivos de seguridad»5. Estamos ante sociedades cuya gubernamentalidad recae sobre la vida, donde se introduce la vida natural de los individuos en los mecanismos y cálculos de poder, así como en la creación de dispositivos de subjetivación de los individuos, una política que ya no se ocupa de los sujetos como entes jurídicos, sino como entes vivos. Es lo que llamamos sociedades biopolíticas, siendo éste el tema capital de la última época de Foucault, entendida la biopolítica como una forma de gobernar y la gubernamentalidad como «el estudio de la racionalización de la práctica gubernamental en el ejercicio de la soberanía popular»6. Así, e invirtiendo la intención del historicismo, Foucault introduce la pregunta por el Estado interrogando los universales, pero no utilizando la historia como método crítico, sino «a partir de la decisión de la inexistencia de los universales para preguntar qué historia puede hacerse»7. Lo que constituye a los Estados occidentales biopolíticos es el mercantilismo y su problemática gubernamental recae en el exceso de gobierno, es decir, en el exceso de controlar y regular la vida de los ciudadanos para alcanzar los objetivos de la razón gubernamental, siendo éstos la economía política. La cuestión económica se plantea, pues, en función de sus efectos, no en función de lo que podría fundar en términos de derecho, viendo como una ley natural el hecho de que, por ejemplo, la población se desplace en procura de los salarios más elevados: se ha sustituido la legitimidad del Estado por el éxito de sus políticas en favor de la producción económica, siendo el núcleo central de la gubernamentalidad biopolítica la población y su regularización, y su error el exceso de dichas políticas. De esta forma de entender la política surge la idea de biopolítica, aunque según Foucault, para entender la biopolítica, primeramente hay que entender el liberalismo, en la medida en que para el liberalismo la economía política exige la autolimitación de la razón gubernamental: gobernar menos para lograr la eficacia máxima. Esta limitación es la condición de inteligibilidad de la biopolítica, donde su heredero es el sistema neoliberal8, según Foucault, ya que este sistema consiste en la economía social del Mercado, donde éste es el baremo justificador de la aplicación correcta de medidas políticas. 

 

Liberalismo

El Estado gubernamentalizado representa la última etapa de la evolución en la historia del Estado moderno, el cual se caracteriza por tener como objeto la población y no el territorio, gobernando a través de los saberes (economía, medicina, psiquiatría, por ejemplo) y se articula en torno a dispositivos de seguridad. La formación del Estado gubernamentalizado coincide con la formación de la biopolítica, es decir, con la racionalización de los fenómenos propios de un conjunto de vivientes constituidos como población. Dicha racionalización de los problemas sociales y, por ende, de la vida, se inscribe en el cuadro de racionalidad política del liberalismo. Así, el liberalismo que ha de mantener el binomio Estado/Mercado, aplica un método de racionalización del ejercicio del gobierno sujeto a dos principios: en primer lugar, la aplicación del principio de máxima economía (los mayores resultados al menor costo); y en segundo lugar gobernar la conducta de los individuos  limitándose, dando derecho a la sociedad a exigirle al gobierno que justifique sus actuaciones. De este modo, el binomio Estado/Mercado debería quedar asegurado en el liberalismo porque el gobierno debe procurar el crecimiento económico, pero a su vez permitir que dicha decisión sea valorada por su población: las soberanías populares y mercantiles se pondrían en balanza. 

No obstante, con la autolimitación de la acción de gobernar por parte del Estado sobre los individuos, el Mercado deviene el lugar privilegiado para probar la racionalidad política propia del liberalismo, puesto que el liberalismo no pretende tanto el aumento de la fuerza de gobernar, sino limitar el ejercicio del poder de gobernar. El Mercado se convierte en el garante del Estado liberal al ser el mecanismo que permitirá evaluar las acciones del estado, constituyéndose como el lugar de veridicción de las prácticas políticas gubernamentales: «ahora, por el mercado, el gobierno, para poder ser un buen gobierno, deberá actuar en la verdad»9. La economía política indica que el gobierno busca el principio de verdad de su propia práctica gubernamental en las reglas del Mercado, por lo que ahora ya no es el soberano quien pone la verdad sobre las prácticas del Estado, sino que es el Mercado quien dice y valida las prácticas gubernamentales. 

Foucault sostiene que a partir del siglo XVIII empieza una Europa del enriquecimiento colectivo, una Europa como sujeto económico colectivo que debe avanzar por el camino del progreso económico ilimitado, siendo el progreso europeo una tarea fundamental del liberalismo europeo. De ahí la importancia del texto kantiano Sobre la paz perpetua, donde Kant postulaba el comercio y el sistema económico mercantil como la condición de posibilidad de la paz entre los Estados sometidos al interés del crecimiento económico, logrando ésta mediante la planetarización comercial10. Hacer que el sistema económico mercantil sea la condición de posibilidad de la paz entre los Estados tiene como objetivo finalizar con las guerras en la medida en que éstas tienen como objetivo llevar la riqueza de un Estado a costa de la pobreza de otros, por lo que la paz deriva a partir del enriquecimiento colectivo bajo la máxima de que «cuanto más grande sea el mercado externo, menos fronteras y límites tendrá y más garantizará con ello la paz perpetua»11. Esta tesis también la defendió Hayek tras la Segunda Guerra Mundial cuando parte del postulado del fracaso del nacional socialismo era preciso volver al sendero perdido y no «olvidar que los esfuerzos espontáneos y libres de los individuos determinan un sistema complejo de actividades económicas»12. 

Si llegamos a alguna reflexión es que el liberalismo tiene como objetivo limitar las acciones gubernamentales para asegurar las libertades de los individuos, pero dicho objetivo entra en contradicción cuando el propio liberalismo consume libertad: el liberalismo no formula el “sé libre”, sino que acaba diciendo «voy a producir para ti lo que se requiere para que seas libre»13. Es de este modo que entra en contradicción porque implica limitaciones y controles sobre los mismos individuos para producir la libertad, por lo que la producción de la libertad tiene el coste de la seguridad que tiene que calcular el punto en el que el interés individual no constituya un peligro para el interés general, postulándose el peligro como estímulo social. Por lo tanto, no habrá liberalismo sin cultura del peligro. Ante esta tesitura, es necesaria la aparición de mecanismos que incrementen las libertades a la vez que controlen y vigilen los peligros, requiriendo para ello procedimientos de control, coacción y coerción. En el curso de Nacimiento de la biopolítica, Foucault analiza el liberalismo como racionalidad política en el liberalismo alemán o  ordoliberalismo de 1848 a 1962, y el neoliberalismo americano de la Escuela de Chicago. En el primer caso, se trató de una elaboración del liberalismo dentro de un cuadro institucional y jurídico que ofrecía las garantías y limitaciones de la ley que mantenía la libertad del Mercado, pero sin producir distorsiones sociales. En el segundo caso, en cambio, nos encontramos con un movimiento opuesto: el neoliberalismo busca extender la racionalidad del Mercado más allá del dominio de la economía hasta alcanzar todos los espacios de la vida, como la familia, la natalidad, la delincuencia, la política penal, etc. Este cambio de la concepción liberal al neoliberalismo aparece bajo la sombra de tres exigencias para la reconstrucción de Europa tras la Segunda Guerra Mundial: su propia reconstrucción, una nueva planificación productora para la misma y la socialización para evitar el fascismo y el nazismo, triada que implica una política intervencionista desde la óptica mercantilista, puesto que el comercio se posiciona como la condición de posibilidad de la paz entre Estados, pero especialmente como el fundamento prioritario de todo Estado. 

Neoliberalismo

El neoliberalismo puede ser visto, al menos, desde dos ópticas: una tradicional que lo concibe como modelo económico, y otra genealógica que lo concibe como el pensamiento constitutivo de los nuevos estados. La lectura tradicional nos define el neoliberalismo como una ideología o superestructura que surgió tras la Segunda Guerra Mundial cuya idea fundamental. Según la lectura tradicional, el neoliberalismo empieza a ejercerse con potencia en las administraciones de Margaret Tatcher en Inglaterra y Ronald Reagan en Estados Unidos, con las precedentes prácticas del dictador Pinochet en Chile. Dichos mandatarios «contrajeron la emisión monetaria, elevaron las tasas de interés, bajaron drásticamente los impuestos sobre los ingresos altos, abolieron los controles sobre los flujos financieros crearon niveles masivos de desempleo, aplastaron las huelgas, impusieron una nueva legislación antisindical, recortaron los gastos sociales, finalmente lanzaron una fuerte política de privatización, comenzando por la vivienda pública y pasando por las industrias básicas como el acero, la electricidad, el petróleo, el gas y el agua»14. Con ellos, el sueño americano local se postuló como diseño global, homogeneizando la razón gubernamental: desde los años ochenta, si no antes, se perfila a nivel planetario un proyecto de sociedad homogénea. Las ideas de dichos mandatarios siguen las ideas del libro Caminos de Servidumbre de Friedrich Hayek, cuya tesis es un ataque contra cualquier limitación del mecanismo de Mercado por parte del Estado, ya que la tradición dice que el Mercado es una mecanismo que se autorregula, postulándose como el mejor instrumento para asignar recursos y satisfacer necesidades. Hayek se opone a las teorías keynesianas y, por extensión, al Estado del Bienestar pues sostiene que  este tipo de Estado actúa como dispositivo de redistribución de los beneficios. De este modo, la tarea política del neoliberalismo debe consistir en asegurar el crecimiento económico y las ideas de progreso técnico y crecimiento económico que actúan a favor de la humanidad para mejorar sus condiciones materiales y de vida. En otras palabras, expandir la producción dentro del juego del Mercado. 

La lectura genealógica del neoliberalismo sostiene, según Foucault, que el fundamento de los estados  ya no se basa en un discurso histórico-nacionalista, sino en un discurso económico. Como ejemplo utiliza la Alemania de pos-guerra, un estado refundado cuya historia, como discurso nacionalista, deja de ser su fundamento ontológico para serlo la producción económica. Así, economía es la que   permitió al estado alemán de pos-guerra reafirmarse, de nuevo, como Estado y, por lo tanto, como sujeto jurídico libre. Esta ruptura con la historia servio de purificación para el Estado alemán en la medida en que se instauró una nueva dimensión temporal basada en el crecimiento económico: mientras en el siglo XVIII se preguntaban cómo era posible una economía libre en un Estado limitador, a mediados del siglo XX la pregunta consistió en cómo hacer existir un Estado a partir del espacio de la libertad económica. Basados en esta idea, la libertad de Mercado definida por el Estado y mantenida bajo vigilancia estatal se pone en sospecha y se invierten las prácticas políticas, haciendo de la libertad de Mercado el principio organizador y regulador del Estado, es decir, un Estado bajo la vigilancia del Mercado. De este modo, el Mercado deviene la causa del gobierno, lo cual implica una inversión del liberalismo en la medida en que las tecnologías gubernamentales recaen en los sistemas productivos, siendo los individuos un engranaje más que hay que disciplinar: es necesario crear sujetos capaces de ser útiles para las demandas mercantiles a partir de modos de subjetivación concretos que produzcan al denominado “homo economicus”. 

En este sentido, Foucault entiende que el neoliberalismo «es una tecnología de gobierno que tiene como finalidad la efectividad de la economía mediante la generación de una serie de condiciones artificiales que logren la autoregulación en los sujetos morales»15, donde la mercantilización debe formar parte de la propia vida de todos los agentes al hacer que los sujetos sean capaces de tomar sus propias decisiones pero dentro de los márgenes de la racionalidad de las tecnologías neoliberales. El objetivo de dichas tecnologías es la multiplicación de la forma empresa dentro del cuerpo individual y social de las formas de comportamiento, haciendo que los sujetos abandonen su capacidad ontológica a cargo del Estado, introduciendo en el Mercado las llamadas actividades no mercantiles, como la salud, la seguridad, la educación, etc. De este modo, Foucault señala que el neoliberalismo es una tecnología de gobierno que sólo puede ser garantizada por la intervención del Estado en la sociedad: si el Mercado es la condición de posibilidad de la paz entre Estados, ahora también es la condición de la existencia de los mismos, cuyos objetivos son velar por la seguridad de la mercantilización. Es entonces cuando vemos que las sociedades modernas posteriores a la Segunda Guerra Mundial están lejos de la no intervención por parte del Estado para que éstos practiquen la intervención política que establezca las condiciones artificiales necesarias para que se produzca la competencia mercantilista: mediante el neoliberalismo el Estado, debido a su razón de estado mercantilista, interviene en la sociedad y en aquellas actividades consideradas no mercantiles – como la sanidad, la educación, las telecomunicaciones, etc. - para producir sujetos capaces de ser útiles al mercantilismo, es decir, sujetos disciplinados que hagan posible la producción y consumo propias del capitalismo, haciendo que el Mercado se vincule política y económicamente al Estado. 

El neoliberalismo también cambia su comprensión de la economía, en la medida en que ya no se centra en el intercambio, como defendía el liberalismo, sino en la competencia. Por ello, actúa en tres esferas imprescindibles: la económica, la sociológica y la política, modificando el laissez-faire propio del liberalismo para «saber cómo se puede ajustar el ejercicio global del poder político a los principios de una economía del mercado»16. Así, el principio de Mercado tiene como objetivo intervenir, desde el Estado, en la población para asegurar las reglas del juego del Mercado. Se trata, pues, de una vigilancia por parte del Estado para asegurar la competitividad y los modos de subjetivación, lo cual vuelve la acción del gobierno muy activa, vigilante e interventora. El problema del neoliberalismo ya no consiste en qué tocar y no tocar desde la política, sino en cómo subjetivar a los individuos. En otras palabras, las tecnologías neoliberales tienen que intervenir en la sociedad para que los Mercados competitivos puedan cumplir su papel regulador. Se trata, pues, de un gobierno para la población con el objetivo de corregir y adaptar los individuos a las necesidades del Mercado.

Para la racionalidad neoliberal gobernar un Estado significa poner en acción la economía, «ejercer con respecto a los habitantes, a las riquezas, a la conducta de todos y cada uno, una forma de vigilancia, de control, no menos atento que el del padre de familia sobre la gente de la casa y sus bienes»17. De ahí que lo importante ya no sea aplicar la ley en defensa del soberano, como pensaba Maquiavelo, sino regular las relaciones entre individuos penetrando en las invisibilidades cotidianas. En definitiva, se trata de gobernar sobre las relaciones entre personas y no a ellas mismas. Por ello podemos decir que la razón gubernamental mercantilista se opone a la soberanía del estado, sea el soberano uno, varios o muchos, y defiende una razón gubernamental en la que dicha soberanía quede sometida a los intereses mercantilistas donde los sujetos pasen a ser productores y consumidores que tienen que ser producidos y, por lo tanto, regulados desde la razón gubernamental. Se hace evidente la ruptura entre la soberanía popular y el gobierno, por lo que la población deviene el fin y el instrumento del gobierno, consciente de lo que quiere pero inconsciente de lo que se le hace hacer, siendo el interés el objetivo e instrumento del gobierno de las poblaciones. Hemos pasado «de un régimen dominado por las estructuras de soberanía a un régimen dominado por las técnicas del gobierno»18, donde los dispositivos encargados de producir productores y consumidores (disciplinarios y/o de seguridad) son la condición de posibilidad de la gubernamentalidad, pero especialmente de la existencia del neoliberalismo y la razón de estado mercantilista. 

 

Contra-conductas: resistiendo al neoliberalismo

El texto de Foucault titulado ¿Qué es la crítica? pone de manifiesto la vinculación de la gubernamentalidad y la vida a través de cómo no ser gobernado. Cuando Kant se preguntaba por la Aufklärung inauguraba una nueva actitud filosófica consistente en la crítica permanente de nosotros mismos como una cierta manera de pensar y de actuar. Siguiendo esta estela, la tesis foucaultiana defiende que la crítica y la Ilustración no representan una época, sino una actitud continua en la que el sujeto pone bajo sospecha cuanto le rodea para preocuparse del modo de relacionarse con la existencia y el mundo circundante. Como hemos visto a lo largo de la reflexión, la cuestión “cómo gobernar(nos)” es la cuestión fundamental de la gubernamentalidad, pero también es una cuestión fundamental para la resistencia a ser gobernados, por lo que dicha cuestión deviene en la pregunta fundamental de nuestra actualidad. Esta pregunta tiene su origen en una pregunta ontológica - ¿quienes somos? -, prefigurando nuestra ontología del presente. Pero si dicha ontología tiene como objetivo decir aquello que somos, la cuestión de “cómo gobernar(nos)” no está disociada de la cuestión “cómo no ser gobernados”, es decir, de qué modo no ser gobernados según la razón mercantilista. La actitud crítica de la modernidad es la que nos permite ir en contra de la modernidad misma en la medida en que supera al cogito cartesiano al mostrarnos que existen otras razones más allá de la propia razón gubernamental, así como también nos permite superar a Kant, no sólo por superar la trascendentalidad en la que acaba cayendo la filosofía kantiana en su “como sí”, sino porque dichas otras racionalidades están más allá de los márgenes de la razón hegemónica gubernamental del neoliberalismo. Estas otras racionalidades contra-discursivas son la condición de posibilidad de otros discursos y mundos posibles y, por lo tanto, de otros modos de subjetivación. Estos espacios marginales, más allá de los límites de la razón racionalizadora mercantilista del neoliberalismo, son las condiciones de posibilidad de sujetos que, a través de su experiencia vital, hacen de la vida una crítica al conducir sus actitudes contra la racionalidad neoliberal: las contra-conductas de los individuos son otros modos de subjetivación que producen sujetos posibles que van a despertar, desde la denuncia, el activismo y la crítica discursiva y práctica expresadas a través de los cuerpos y la vida, las condiciones de posibilidad de otras racionalidades y realidades. Si la actitud crítica es la seña del hombre moderno, así como la condición de posibilidad del fin del pensamiento moderno, entonces la actitud crítica es la condición de posibilidad de una forma de cultura general, moral y política que tiene como objetivo adiestrar en el arte de no ser gobernados. En resumen, las  contra-conductas son la tarea filosófica de no ser gobernados mercantilísticamente como resistencia a los límites de la razón neoliberal. 

La pregunta ontológica sobre el sujeto y su actualidad es a la vez el inicio de una guerra contra la razón gubernamental, haciendo que la tarea de la filosofía devenga una actividad que denuncia las relaciones ocultas de poder, despertando las resistencias y produciendo discursos capaces de enfrentarse a las gubernamentalidades. En resumen, la actividad filosófica muestra que nada es fatal en nosotros al desvelar que la posibilidad de otros mundos diferentes es posible, los cuales se posibilitan por y desde la alteridad propia de las contra-conductas. A través de dichas contra-conductas se responde a la pregunta sobre aquello que somos como individuos subjetivados y como colectivos, al mismo tiempo que se desubjetiva la cuestión filosófica al trasladarse la preocupación de la constitución del  sujeto en relación a sus circunstancias socio-políticas. 

 

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